Una regla de tu mamá en casa es
que mientras estés dentro de la casa, puedes escoger lo que sea que te quieres
poner para vestirte (asumo que esto es para que cuando salgamos a la calle, te
dejes poner lo que mamá escoja sin problema). Esto nos ha dado la oportunidad
de ver hasta dónde llegan tu creatividad y tus gustos, y debo admitir que también
nos ha dado la oportunidad de reírnos bastante. Ayer me mataba de la risa con
los atuendos que le pediste a tu nana que te pusiera. Eras como una combinación entre enfermera y
princesa de Disney con bati-chica.
Sabiendo que hoy no tenía todo el
día para estar contigo (a diferencia de otros
miércoles) me levanté tempranito para bajar al patio de la casa y armar
un campamento completo con tolda, sleeping bag, comida, linterna… en fin, todo
lo que pudiera necesitar alguien que va de camping. Y es que últimamente te ha
interesado mucho el tema del camping desde que me fui de campamento la semana
pasada. Ayer me dijiste “papá, quiero ir a acampar contigo y con tío ramón y tío
Rodriguito también,” (estos dos siendo mis compañeros en la última escapada a
la intemperie) y te dije que cuando fueras más grande te llevaba camping, pero
tú dijiste que querías ir AHORA. Así que
pensé en sorprenderte con esto. Después de darte el desayuno fuimos al patio y
dijiste con emoción al ver el campamento: “una tolda de verdad! Mira papá, voy
a acampar como tú!” Entramos los dos a la tolda y te noté insegura, como buscando
algo que te hacía falta, así que te pregunté qué pasaba y me preguntaste “y
ahora que hacemos papá, cómo se hace camping?” Pues mi amor, hacemos lo que tú
quieras, podemos salir a ver las plantas y los animales o quedarnos adentro y
comemos, jugamos o leemos cuentos, lo que tú quieras. Y así pasamos la mañana
leyendo cuentos, mirando el cielo por la malla abierta del techo de la tolda y
jugando con las miles de cosas que metiste dentro para entretenerte.
A media mañana me tuve que ir al
trabajo, dándole fin a nuestra aventura silvestre. Cuando te dije que tenía que
salir porque me iba a trabajar me miras con el ceño fruncido y me dices “ay
dios mío! Bueno, dale pues!” Te amo hija. Gracias por hoy.