Wednesday, February 19, 2014

Feb. 19, 2014

Esta mañana desperté con un pie en la nariz, otro en la barriga y una mano que, al parecer, trataba de matar una mosca inexistente sobre mi cabeza. Todo niño nace con cierta habilidad de contorsionista y tú no eres la excepción, pero no dejan de asombrarme las posiciones en que a veces te encuentro a mitad de la noche.

Tampoco deja de sorprenderme la energía que puedes tener en las noches antes de acostarte, tomando en cuenta que no duermes siesta y te mantienes muy activa. Eran las 10 de la noche y tu como si fueran las 11 de la mañana! Anoche no querías quitarte tus nuevos lentes de piscina y corrías por la casa haciendo como si estuvieras nadando. Los tuviste puestos por horas y pensé que no te los ibas a quitar nunca.

No sé si será una fase solamente o si es típico de ésta edad en todos los niños, pero últimamente nos estas peleando mucho para comer, sobre todo en el almuerzo. Es raro en ti ya que usualmente te devorabas lo que te pusiera al frente sin problema, así que traté varias técnicas para convencerte de que comieras y ni las cómicas, ni el ipad ni los libros funcionaban. Así que traté la más antigua de las técnicas paternales, el clásico soborno. Te prometí que si comías toda la comida, íbamos juntos a hacer un raspado en casa con una máquina de hielo como la de los amigos de tinkerbell. Una vez aceptado el soborno, terminaste de comer y procedimos a crear de cero tu propio raspado casero. La máquina de tinkerbell no es más que un aparato para cortar hielo que nos dio tu tía Kayla, pero es manual y requiere de cierto esfuerzo así que pasaba justo como una máquina construida por tu hada favorita. Como lo único que teníamos a mano eran mandarinas, de eso hicimos el sirope para ponerle. Empezamos por exprimir las mandarinas, luego al jugo le echamos azúcar antes de hervirlo a fuego lento hasta que se pusiera espeso. Estabas fascinada con el procedimiento y te divertiste mucho, pero a la hora de comerlo ya no lo querías! Más tarde, me contó tu mamá que le confesaste no haberte comido el raspado porque no era rojo, sino naranja, y que tú querías uno rojo. Lo tendré en cuenta para la próxima! Te amo hija. Gracias por hoy.


 

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