Tampoco deja de sorprenderme la energía que puedes tener en
las noches antes de acostarte, tomando en cuenta que no duermes siesta y te
mantienes muy activa. Eran las 10 de la noche y tu como si fueran las 11 de la
mañana! Anoche no querías quitarte tus nuevos lentes de piscina y corrías por la
casa haciendo como si estuvieras nadando. Los tuviste puestos por horas y pensé
que no te los ibas a quitar nunca.
No sé si será una fase solamente o si es típico de ésta edad
en todos los niños, pero últimamente nos estas peleando mucho para comer, sobre
todo en el almuerzo. Es raro en ti ya que usualmente te devorabas lo que te
pusiera al frente sin problema, así que traté varias técnicas para convencerte
de que comieras y ni las cómicas, ni el ipad ni los libros funcionaban. Así que
traté la más antigua de las técnicas paternales, el clásico soborno. Te prometí
que si comías toda la comida, íbamos juntos a hacer un raspado en casa con una
máquina de hielo como la de los amigos de tinkerbell. Una vez aceptado el
soborno, terminaste de comer y procedimos a crear de cero tu propio raspado
casero. La máquina de tinkerbell no es más que un aparato para cortar hielo que
nos dio tu tía Kayla, pero es manual y requiere de cierto esfuerzo así que
pasaba justo como una máquina construida por tu hada favorita. Como lo único
que teníamos a mano eran mandarinas, de eso hicimos el sirope para ponerle.
Empezamos por exprimir las mandarinas, luego al jugo le echamos azúcar antes de
hervirlo a fuego lento hasta que se pusiera espeso. Estabas fascinada con el
procedimiento y te divertiste mucho, pero a la hora de comerlo ya no lo
querías! Más tarde, me contó tu mamá que le confesaste no haberte comido el
raspado porque no era rojo, sino naranja, y que tú querías uno rojo. Lo tendré
en cuenta para la próxima! Te amo hija. Gracias por hoy.
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