Pocos sonidos son tan gratificantes y tan bien recibidos por
un padre como el de un hijo llamando su nombre con alegría y emoción al
encontrarse. Esta semana no he podido casi estar contigo como usualmente lo
estamos y cuando llegué a verte mientras dabas tu clase de natación te
emocionaste mucho. Apenas me viste empezaste a gritar “papi, papi!” y le
dijiste a la maestra que te ibas un momentito a saludarme antes de salir
corriendo a darme un abrazo mojado, mientras me decías lo feliz que estabas de
verme. Qué momento tan simple y
perfecto, me hiciste el día.
El fin de semana fuimos por algo de shopping con Mamá. Para
dejarla tranquila, nos quedamos en la juguetería hasta que ella acabara con las
cosas que tenía que hacer. Por adulto, se me había olvidado qué tan divertido
puede ser un paseo a la juguetería, hay de todo, y lo mejor es que puedes, en
efecto, jugar con muchos de los juguetes. Armamos casas, castillos y vehículos de
Lego, le dimos de comer a unas muñecas, montaste bicicleta y patineta por toda
la tienda (tuve que correr detrás de ti porque te me escapaste en la bici), feliz
porque era una bicicleta más grande y te diste cuenta que ya podías pedalear en
una “bicicleta de niña grande.” Pero lo más divertido fue cuando encontraste el
scooter. Había uno grande y uno pequeño así que los dos recorrimos los pasillos
a toda velocidad, sin embargo, aún te falta algo de habilidad en cuanto a
scooters se refiere, así que decidí parar la actividad antes que terminara en
accidente.
Otro momento que disfrutamos enormemente tu mamá y yo fue el
verte hacer tu primera tarea de escuela. Era un trabajo sencillo y fácil sobre
identificar algunos objetos de color rojo y pintarlos. Mamá te ayudó
pacientemente y con mucho amor, mientras yo las miraba a las dos admirando
tanto tu interés por hacer la tarea como el don que tiene tu madre para
enseñar. Te amo hija. Gracias por hoy.