Wednesday, March 19, 2014

Mar. 19, 2014

Preparada para el despegue…3…2…1… “nos vamos,” gritas emocionada entre efectos de sonido y turbulencias imaginarias, cuando te elevo desde el piso rápidamente hasta lo más alto que puedo mientras jugamos a que estás en un cohete especial directo a la luna. Valentina, me enseñas tantas cosas día a día, y me recuerdas que la vida está llena de posibilidades, sobre todo, para aquellos que apenas comienzan a vivir, como tú. Ayer me recordaste precisamente esto. Mientras paseábamos por el barrio para ver la luna llena me dijiste “papá, llévame a la luna, qué bonita es.” Sin pensarlo, te respondí algo lógico y obvio, algo “adulto,” y te dije que no podíamos ir a la luna porque está muy lejos, a lo que tu respondiste: “papá, claro que sí! Cuando yo sea grande te voy a llevar en un cohete a ver la luna.” Si supieras hija que todos los días me llevas en un cohete a la luna porque tengo el privilegio de vivir la vida a través de tus ojos, de tu imaginación y de tus ilimitadas posibilidades.

Hace 43 meses atrás le decía a tu mamá que lo que más quería era una hija que fuera igualita a ella (además obviamente de que llegaras llenísima de salud, como es el deseo de cada padre y madre que conozco). Ahora, cada día te pareces más a tu madre, tanto físicamente como sentimentalmente y me llena de alegría saber que tienes al crecer un ejemplo tan bueno a seguir como lo es ella, y que es evidente que te estás convirtiendo en una personita sensible, inteligente y en gran parte, independiente (tan independiente como alguien pudiera ser a los 3 años). Sentí un gran orgullo cuando, al ver que cuando tu primito estaba triste y asustado en sus primeros días de escuela, le agarraste la mano en una oportunidad y le dijiste “Santi, no te preocupes. Hay que tener paciencia, después la escuelita te va a gustar.”  Te amo hija. Gracias por hoy.


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