Hoy voy a contarte
la saga de tu diente. Desde ayer te estuve preparando mentalmente para tu ida
al dentista, así no te sorprendería nada cuando llegáramos. Nuevamente esta
mañana, al dejarte en la escuela, hablamos de lo que íbamos a hacer cuando te
recogiera en la tarde y con mucha seguridad me respondiste que íbamos al
dentista para “arreglarte el diente.”
Para que sepas
todo el cuento, ésta es la tercera vez que te llevamos donde Tío Jaime (mi tío,
tu dentista) para que te repare el diente roto. Hace casi dos años ocurrió el
primer incidente, cuando estabas sentada en la patineta de papá y te resbalaste
cayendo con el diente afuera y directo contra el piso. Por supuesto que casi me
muero cuando me di cuenta que te faltaba 1/4 del diente delantero y te llevamos
casi que de inmediato a arreglártelo. A pesar de que no sabías nada de
dentistas ni de máquinas pulidoras ni succionadores de saliva, te portaste de
una manera tan valiente que nos tomó a todos por sorpresa, no te quejaste ni
una vez, ni lloraste, ni pediste que nos fuéramos. La segunda vez, sin embargo,
fue otra historia.
Un mes después de
pegarte el diente estabas jugando en tu cuarto cuando te caíste y nuevamente te
rompiste el mismo dientecito. En esa ocasión no fuimos tan rápidos al llevarte
donde Tío Jaime, pero decidimos hacerlo finalmente para que no salieras en las
fotos de tu infancia con sólo medio diente. Esa vez lloraste desde que llegamos
hasta que nos fuimos. Entre lágrimas y llamados a mamá (supongo que para que te
viniera a rescatar de esta injusticia) el Dr. pudo terminar con su asunto y
dejarte otra vez como nueva. Lo único que pude hacer fue quedarme a tu lado
durante todo el proceso asegurándote que ya pronto acabaría todo.
Finalmente, hace
varios meses atrás te llevamos a un cumpleaños y en medio de la corredera te
tropezaste, cayendo otra vez diente primero contra el piso. La verdad es que ya
en esta última ocasión no nos preocupó tanto y lo dejamos así un tiempo, pero
el aviso de tu escuelita de que iban a tomar las fotos de fin de año, hizo a tu
mamá entrar en acción y me pidió que te llevara nuevamente. En las fotos del
año pasado te hizo falta parte de tu diente, pero este año tenía que ser
diferente. Así que con toda esta
historia detrás, hoy fuimos por tercera vez a arreglarte el diente. Pese a toda
mi preparación, en el momento en que te sentaron en la silla comenzaste a
llorar y al preguntarte por qué llorabas me decías “papá, estoy llorando porque
lloré la vez pasada, me acuerdo que lloré la vez pasada.” Poco a poco te fui
calmando y explicando que no te iba a pasar nada y que ya tú sabías cómo era
esto porque lo habías hecho antes. De repente dejaste de llorar, me agarraste
firmemente por la camisa y dejaste que Tío Jaime hiciera todo lo que tenía que
hacer sin quejarte ni moverte, y sin soltarme ni por un segundo. Estoy
orgulloso de ti mi valiente Valentina. Te amo hija. Gracias por hoy.
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