Wednesday, August 13, 2014

Ago. 13, 2014


Hoy voy a contarte la saga de tu diente. Desde ayer te estuve preparando mentalmente para tu ida al dentista, así no te sorprendería nada cuando llegáramos. Nuevamente esta mañana, al dejarte en la escuela, hablamos de lo que íbamos a hacer cuando te recogiera en la tarde y con mucha seguridad me respondiste que íbamos al dentista para “arreglarte el diente.”

Para que sepas todo el cuento, ésta es la tercera vez que te llevamos donde Tío Jaime (mi tío, tu dentista) para que te repare el diente roto. Hace casi dos años ocurrió el primer incidente, cuando estabas sentada en la patineta de papá y te resbalaste cayendo con el diente afuera y directo contra el piso. Por supuesto que casi me muero cuando me di cuenta que te faltaba 1/4 del diente delantero y te llevamos casi que de inmediato a arreglártelo. A pesar de que no sabías nada de dentistas ni de máquinas pulidoras ni succionadores de saliva, te portaste de una manera tan valiente que nos tomó a todos por sorpresa, no te quejaste ni una vez, ni lloraste, ni pediste que nos fuéramos. La segunda vez, sin embargo, fue otra historia.

Un mes después de pegarte el diente estabas jugando en tu cuarto cuando te caíste y nuevamente te rompiste el mismo dientecito. En esa ocasión no fuimos tan rápidos al llevarte donde Tío Jaime, pero decidimos hacerlo finalmente para que no salieras en las fotos de tu infancia con sólo medio diente. Esa vez lloraste desde que llegamos hasta que nos fuimos. Entre lágrimas y llamados a mamá (supongo que para que te viniera a rescatar de esta injusticia) el Dr. pudo terminar con su asunto y dejarte otra vez como nueva. Lo único que pude hacer fue quedarme a tu lado durante todo el proceso asegurándote que ya pronto acabaría todo.

Finalmente, hace varios meses atrás te llevamos a un cumpleaños y en medio de la corredera te tropezaste, cayendo otra vez diente primero contra el piso. La verdad es que ya en esta última ocasión no nos preocupó tanto y lo dejamos así un tiempo, pero el aviso de tu escuelita de que iban a tomar las fotos de fin de año, hizo a tu mamá entrar en acción y me pidió que te llevara nuevamente. En las fotos del año pasado te hizo falta parte de tu diente, pero este año tenía que ser diferente.  Así que con toda esta historia detrás, hoy fuimos por tercera vez a arreglarte el diente. Pese a toda mi preparación, en el momento en que te sentaron en la silla comenzaste a llorar y al preguntarte por qué llorabas me decías “papá, estoy llorando porque lloré la vez pasada, me acuerdo que lloré la vez pasada.” Poco a poco te fui calmando y explicando que no te iba a pasar nada y que ya tú sabías cómo era esto porque lo habías hecho antes. De repente dejaste de llorar, me agarraste firmemente por la camisa y dejaste que Tío Jaime hiciera todo lo que tenía que hacer sin quejarte ni moverte, y sin soltarme ni por un segundo. Estoy orgulloso de ti mi valiente Valentina. Te amo hija. Gracias por hoy.



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