
Al fin llegó Halloween, tu día esperado. Una amiga nos
invitó a su urbanización para ir a hacer “trick or treat” y fuimos para allá
con tu mamá y muchos otros amiguitos que también estaban invitados a la fiesta.
Después de hacer pruebas con 1,000 disfraces, finalmente terminaste luciendo el
de Princesita Sofía para el gran día, y no es por nada, pero te quedó precioso.
Antes este día me daba un poco de estrés porque, al menos hasta ahora, has sido
alérgica al chocolate y siempre me preocupaba el tener que estar pendiente de
que no te fueran a dar chocolate sin que nos diéramos cuenta o que te pusieras
triste porque los demás niños si comen y tu no. Digo, qué niño no quisiera
comer chocolates! Dios sabe que yo no puedo vivir sin los chocolates. Pero me
ha sorprendido tu entender sobre tu propia condición y a veces hasta le
explicas a la gente que no puedes comer chocolate porque te salen
ronchitas. Y, aunque a veces te damos
una probadita para saciar tu curiosidad, quedas satisfecha con tan solo ese
poquito. Además del Halloween, y aún más importante, es que esta semana son las
fiestas patrias de Panamá, en las cuales celebramos la independencia y muchas
otras cosas más. Por supuesto, te tocó vestirte de “panameñita” con tu pollera
montuna para ir a la escuela así que estas últimas fueron semanas de diversas
vestimentas, disfraces y apreciaciones culturales.
El otro día me sentía mal y pensé que me estaba resfriando
porque me dolía un poco la garganta. Estabas en mi cuarto cuando me escuchaste
quejarme y me dijiste que me quedara quietecito que tú ibas a curarme. Te
fuiste rápidamente del cuarto y después de un ratito regresaste vestida de pies
a cabeza con uniforme e instrumentos de doctor (con tu disfraz de la doctora
juguetes) para examinarme. Me explicaste con calma lo que ibas a hacer y me
dijiste que solo la inyección me iba a doler un poquito pero que tenía que ser
valiente. Me tomaste la presión, escuchaste mi corazón y revisaste mis oídos,
ojos y nariz antes de darme un pinchazo (aún no tengo claro con qué me
inyectaste, pero según tú me iba a curar). Al día siguiente viniste donde mí y me
preguntaste: papá, ya te sientes mejor?” y cuando te respondí que sí, me
preguntaste emocionada “te curé yo verdad?” Te amo hija. Gracias por hoy.
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