Hoy me tocó un tema difícil contigo y creo que me lo busqué
yo solito por no prestar atención. Querías ver una película, como solemos hacer
cuando llegamos a casa de la escuela antes de almorzar, pero hoy querías una
que no hubieras visto antes. Buscando entre todas las opciones que teníamos
encontré una película viejísima que vi cuando era niño sobre unos dinosaurios
(The Land Before Time) y la comenzamos a ver. Para cuando recordé de qué
trataban los primeros 5 minutos de la película, ya era tarde y veía tu cara de
signo de interrogación al no comprender por qué lloraba el bebé dinosaurio al
lado de su gigante madre, quien se encontraba postrada en el suelo. “Qué le
pasa a la mamá?” me preguntaste. Sentí que me tomó una eternidad responderte
mientras buscaba algo ideal para decirte, preguntándome a mí mismo cómo hacía
ahora para hablarte de la muerte. Decidí hablarte con la verdad y te dije que
la mamá había muerto por el accidente que tuvo durante el terremoto. Hubo una
pausa, como si tu cabecita se tomara un tiempo en formular cuidadosamente tu
próxima pregunta: “Y como hacen los bebés sin su mamá, papi, los niños puedes
estar sin su mamá? La mamá no regresa?” “Mi amor, el bebé ya no verá a su mamá,
pero ella siempre estará con él, en su corazón, cuidándolo desde el cielo y así
el bebé nunca estará solito” te respondí. En ese momento la acción en pantalla
abrió la oportunidad de desviar el tema y decidí dejarlo de ese tamaño.
Luego de la película fuimos a almorzar, te quería cambiar el
uniforme de la escuela pero tu querías usar uno de mis t-shirts y sacaste uno
de la gaveta, poniéndotelo encima de la ropa que tenías puesta. Así dijiste que
te querías quedar todo el día y hasta salimos a la calle a dibujar con tiza en
las aceras. Te ocasionaba mucha risa estar así vestida en la calle así que te
dejé quedarte así hasta que quisieras. Ya de vuelta en casa, me preparaba para
servirme hielo en un vaso de agua, pero antes de abrir el congelador me pediste
que te dejara hacerlo a ti. Te paraste de puntillas y te estiraste lo más que
pudiste hasta que tus deditos apenas tocaron la manigueta haciendo suficiente
fuerza para abrir la puerta mientras me decías: “mira papá ya alcanzo, estoy en
puntillas y alcanzo!” Te dije: “muy bien hija, ya estás creciendo” a lo que me
respondiste: “suficiente para poder manejar?” Te amo hija. Gracias por hoy.
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