Esta
mañana en camino a la escuela, te cantaba una canción mientras la escuchábamos
en la radio. Al terminar, me pediste que te cantara esa “canción bonita” de
nuevo, así que seguí: “Beautiful, Beautiful, Beautiful. Beautiful girl,” (en mi
versión de la canción de Lennon) mientras volvía a pensar en que ojala nunca
dudes, con la llegada de tu hermanito, de este amor tan grande que siento por
ti. Ojala nunca te sientas menos especial. Vienen épocas de grandes cambios
para ti y solo pienso en poder tener la sabiduría para darte el apoyo y el cariño
que necesitas. Ya pronto nos mudamos a nuestro nuevo apartamento, nacerá tu
hermanito y de la noche a la mañana, serás Hermana mayor, un trabajo que te
cambiara la vida. La mudanza significa también alejarte de Santi, y quizá, esa
sea la parte más difícil para ti. Sé que también será difícil para tu abuela,
quien te ha tenido en casa estos últimos años.
Esta
semana fui a tu escuela como “mystery reader,” y te sorprendí en el salón para
leerle a tu clase un libro. Escogí leerles el Lorax, y como es bastante largo, decidí
editarlo un poco para hacerlo más rápido, pero sin perder la esencia del
cuento. A todos les encanto el cuento, sin embargo, esta experiencia me enseño
2 lecciones sobre ser el mystery reader: 1. Si vas a leer un libro popular que
la mayoría de niños conoce, léelo al pie de la letra. Ustedes, los niños, saben
cuándo cambia algo. Tú te la pasaste diciendo que me hacían falta partes y
entonces me hacías pausa para contarle a los niños lo que hacía falta (aunque
ellos ya sabían también). 2. Escoge un libro no tan popular, que poca gente
conozca, o que este hasta en otro idioma. Cada niño se sabe su cuento, tal como
se lo cuentan a el\ella y así evitas que te pidan que lo leas como x o y
persona. Tú, por supuesto, querías en un momento dado que te leyera como mama.
Hoy te llevamos a probar una clase de
gimnasia. De todas las actividades extracurriculares que has hecho, esta es en
la que más feliz te he visto. Se notaba lo tanto que disfrutabas la clase
porque hacías caso a cada cosa que te decían y con una sonrisa en la boca.
Desde lejos, te mirábamos mama y yo, esperando el momento justo después que
terminaras cada maniobra, en el cual buscabas inmediatamente nuestras miradas
para saber que te habíamos visto hacerla. Te amo hija. Gracias por hoy.
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