Esta mañana te levanté muy temprano para desayunar antes de
ir a la escuela. Estabas tan dormida que nada de lo que hacía te despertaba,
así que decidí darte un chancecito más y te cargué hacia la sala, en donde me
senté contigo un rato a verte dormir en mis brazos. Mientras te admiraba, caí
en cuenta que ya casi no cabes entre ellos; me di cuenta realmente de cuánto
has crecido ya. Ahora que nació Lorenzo y he vuelto a cargar a un bebé, caí en
cuenta que ya no eres tú una bebe, te veo enorme! Tus piecitos ya son de
gigante al lado de los de él y tus manos ya son casi que del tamaño de la palma
de la mía. Donde se fue mi nenita?
Lo que pudo ser una despedida triste, se pudo evitar por la
llegada de tu querida “Ina.” Tus abuelos se fueron el lunes, pero justo ese
mismo día llegó ella para conocer a tu hermano y hacerte compañía. Desde que
llegó, tal y como hiciste con tus abuelos, te adueñaste de ella y han sido
inseparables.
Hoy decidimos buscarte todos juntos a la escuela, Mamá, Ina,
Lorenzo y yo, para luego ir a comer y
hacer compras. Tú estabas tan feliz de que íbamos todos, que les
contaste a todos en la escuela que “todo el mundo te viene a buscar.” Mientras
íbamos en el carro de camino al almuerzo, preguntaste por tercera vez en días
recientes: “mamá, como llegan los bebés a tu barriga?” Ya en otras ocasiones te
habíamos dicho que en las mamás hay una semilla que germina y crece cuando se
juntan un papá y una mamá. Parece que no te satisfizo nunca esa respuesta ya
que sigues preguntando y hoy, cuando te respondió mamá con el cuento de la
semilla, tu respuesta fue: “las semillas son sólo para las plantas.” Te amo hija. Gracias por hoy.
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