Como me sigues mencionando lo de ir a acampar, decidí
regalarte mi tolda vieja para que la uses en el patio con tu primo. Entre los
dos nos dedicamos una tarde a personalizarla, haciendo de ella una verdadera
obra de arte funcional. Ahora estas feliz porque tienes tu propia “tolda de
gente grande.” Y hablando de edades y de “gente grande,” he observado también
que cada día tienes una apreciación mayor por el significado del tiempo y de su
paso, es decir, he notado que los engranajes de tu cabecita ya empiezan a
tratar de atar cabos sobre lo que pasó en el pasado, lo que es hoy, y lo que
vendrá en el futuro, aunque estas líneas de tiempo/espacio aún permanecen fuera
de foco para ti.
Ésta mañana en camino a la escuela me preguntaste si cuando yo era chiquito vivía
con mamá en Panamá o en Puerto rico. Te
expliqué que ambos vivíamos en dos lugares diferentes y que no nos conocimos
hasta mucho después. No quisiste dejar el tema ahí y me pediste que te contara
cómo conocí a tu mamá, querías saber cada detalle y me interrumpías cada par de
segundos a preguntarme cosas. Te conté que un día estaba en un salón de
computadoras de la universidad y escuché la voz de una mujer cerca de mí (y tu
gritabas entre afirmación y pregunta: era mamá!) con un acento muy lindo, el
acento puertorriqueño. Al voltearme para ver de donde venía esa voz vi a una
mujer hermosa sentada detrás de mí y le hablé… me interrumpiste para decirme “hermosa
no papá, hermosisisisisimísima” (te da por usar estos adjetivos calificativos
extensos ahora que ves el chavo del 8 en la tele, ya que el chavo los usa
también). Y bueno, te terminé de contar una versión breve que terminó
rápidamente con: nos casamos, nos mudamos a Miami y te tuvimos a ti. Ya
habíamos llegado a la escuela así que, aunque tenías más preguntas, tuvimos que
dejar la conversación ahí. Pero antes de entrar, me preguntaste si tú habías
ido a la boda. Te dije que no, que naciste después de eso y me respondiste: “sabes,
en la casa hay una película con la foto de mamá vestida de blanco, cuando
llegue a la casa te la voy a enseñar.” Te dije que yo sabía y te expliqué que
ese era el video de nuestra boda, de la boda que te acababa de contar yo en el
carro. Entonces me dijiste que cuando llegaras a la casa íbamos a ver la “película”
para ver el vestido hermosisimísimo de mamá. Apenas llegaste a la casa corriste a mi cuarto para ver la película. Desde el momento en que empezó tenías miles de preguntas. Identificabas personas que conocías en la ceremonia y en la fiesta, lo cual te emocionaba mucho. Además me preguntabas quienes eran todas y cada una de las personas que estaban ahí que tu no conocías. Imagino que para ti debió ser un tanto surreal ver a tus padres en esto, en una época en la que tú aún no existías, en circunstancias ajenas a ti (me preguntaste si tú estabas dentro de la barriga de mamá y muchas veces me dijiste lo lindas que se veían tus abuelas y tu mamá). También debo admitir que fue una experiencia surreal para mí el recorrer nuevamente el momento que dio inicio al resto de mi vida y que ultimadamente te trajo a mí. Te acurrucaste conmigo en la cama y me dijiste “papá, cuando yo sea grande, me quiero casar contigo.” Te amo hija. Gracias por hoy.
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