Hoy amaneciste enfermita con Roseola y no te querías
levantar temprano, así que dormimos juntitos hasta las 9 de la mañana. Se veía
en tu cara que no estabas teniendo un buen día y ni siquiera mis usuales
“consentimientos” lograban alegrarte del todo. Al fin, entre sueño, episodios
de Dora, medicinas, y juegos con tus muñecas, te fuiste sintiendo mejor hasta
que me pediste salir un “metetito” (momentito, en tu colorido vernacular) a la
calle para pasear en el coche. Confieso que puede ser la primera vez en 6 meses
que te monto en un coche. Mi bebé ya no
es tan bebé.
Al regresar de nuestro breve paseo ya era hora de siesta y
así pasamos la tarde acurrucados en cama. Viéndote dormir tan plácidamente, me
puse a pensar en esta semana cuando caminaste en la boda de mi primo. Te
tomaste el papel muy en serio y a pesar de que al principio no querías usar la
corona de flores, terminaste desfilando hasta el altar sin mucha dificultad (y
con corona incluida. Ya después querías usar la corona hasta para ir al súper).
Cuando terminaste de caminar y regresaste a sentarte con tu mamá y yo,
decidiste que ibas a rezar, y aunque no estaba claro en esta ocasión a que iban
dirigidas tus oraciones, recordé una noche en que rezando con tu mamá nos
dijiste: “Dios mío, gracias por Mamá,
Papá, Io, Ia, Abi, Abu, mis juguetes, mi cuna y mis pasitas de yogurt.” Te amo
hija, gracias por hoy.
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