Hoy te despertaste solita mientras
aún estaba oscuro afuera. Saliste del cuarto en silencio y fuiste al baño con
todas las intenciones de regresar a la cama después de acabado tu asunto. Creo
que pensabas que aun te quedaba tiempo para seguir durmiendo, porque cuando te
diste cuenta que ya estábamos todos en casa despiertos y preparando tu
desayuno, regresaste a tu cuarto entre
gritos y llanto porque aun no querias despertarte, así que mamá tuvo que
convencerte de levantarte de la cama para venir a comer. Traté de alegrarte un
poco recordándote que hoy tenias clase de ballet ya que sé que eso te hace
feliz (y, al menos ya tenemos zapatos nuevos para estrenar ya que fuimos el fin
de semana a comprar unos en reemplazo de los que perdí), pero ni eso funcionó.
A veces quiero creerme el cuento
de que soy tu héroe y de que cuando estás conmigo no tienes preocupaciones, ni
miedos, ni dolor. Me haces saber de muchas maneras lo tanto que me quieres, lo
mucho que te diviertes conmigo cuando estamos juntos. Pero no soy tu mamá. Tu
mamá es ese ser mágico que tiene el don de hacerlo todo bien, de borrar las
malas experiencias, de quitarte los dolores con solo tocarte, de consolarte cuando
te caes. Lo sé, porque aún cuando estamos solos y todo marcha de maravilla, en
el momento que tenemos un contratiempo invocas el nombre de tu madre tal como
si el sólo hecho de nombrarla, te arropara en sábanas de bienestar. Recuerdo
que un día mientras tu mamá estaba de viaje, llegamos a la casa después del
cine y jugábamos alegremente en la sala cuando de repente caíste y te golpeaste
en la cabeza. Te levantaste en llanto y me acerqué a ti de inmediato para
abrazarte y consolarte mientras se te quitaba el susto, pero tu solo sabías
decir “donde está mamá, quiero a mamá.” Tenemos suerte los tres de tener a tu
mamá, ella también lo hace todo mejor para mi y para Lorenzo, pero quiero que
no te quepa nunca la menor duda, de que papá siempre te protegerá y te
defenderá como una fiera. Te amo hija. Gracias por hoy.
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