Thursday, May 5, 2016

May. 4, 2016

Este fin de semana te fuiste unos días a casa de Ia y la acompañaste a hacer de todo. Al dejarte en casa ya luego de acabar con sus actividades, me dijo tu abuela que eras la mejor compañera de shopping que ella podía pedir. Nunca le decías que no a nada y no te molestaban ni te aburrían las interminables horas que sé que se demora mi madre al ir a una tienda (ni hablar de alguna salida al mall!) No estuvieron juntas más de dos días, pero aun así regresaste a casa hablando como tu abuela y hasta te apropiaste de sus gestos. Resulta que ahora te crees toda una señora.
Ayer en la tarde me tocó llevarte al médico a que te revisaran nuevamente la frente y a que te terminaran de sacar los puntos que el doctor te había dejado luego de tu última visita a su consultorio. Al llegar tuvimos la agradable sorpresa de encontrarnos con mi prima Isabela, quien estaba de practicante con tu doctor. Sin embargo, aun con los cariños de Isabela y conmigo parado al lado agarrándote la mano, no pudiste evitar el llanto cuando llegó el doctor a sacarte los puntos. Aun no sé por qué, pero te dolió, y en el momento que sentiste ese dolor, el mismo se transformó en pánico y ya no querías estar ahí. Te prometía que era la última vez que el doctor tenía que tocarte la herida, pero que tenía que acabar para ya no molestarte más. Finalmente entre llanto y palabras de ánimo por parte de Isabela, el médico y yo, te calmaste nuevamente y acabamos la odisea. No es que ésta haya sido tu primera caída (ni cerca), pero si ha sido la más fuerte y francamente espero que se quede así porque no hay nada peor que ver a tus hijos sufrir.

De casa de tu abuela regresaste también con un reloj que ella te regaló. Aunque te fascina el hecho de poder dar la hora a todo el mundo y varias veces por hora, aun no entiendes bien el concepto del paso del tiempo. Como los botones de operación del reloj son de fácil acceso, tu cambias la hora cada cierto tiempo y simplemente la fijas en la que mejor te parezca. Ayer me preguntaste que a qué hora era la cita en el médico, y cuando te dije que a las 5, me dijiste que ya nos podíamos ir (mientras esperábamos en el consultorio) porque tu reloj decía que eran las 8. Te amo hija. Gracias por hoy. 



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