
Hoy,
Antes de irnos del súper mercado, me recordaste que no te había llevado al baño
cuando me lo pediste hacía ya un tiempo en la clase de ballet. Ambos baños
estaban ocupados así que nos fuimos de la clase a hacer las compras. Para
cuando me lo volviste a avisar, ya era caso de emergencia y en el apuro (ya
habíamos pagado, con paquetes en mano), corrimos por un pasillo equivocado
teniendo que dar toda la vuelta a la tienda en busca del servicio. Una vez en
el baño de hombres, me invadía una leve desesperación al notar que el único
servicio estaba obviamente ocupado por “un señor haciendo caca” como tan
acertadamente notaste. Solo quedaba el urinal. Protestaste. “Papá: yo no voy a
orinar ahí!” me dijiste con total convicción. Pero en ese preciso momento, una
rotunda y afable señora, a medio subirse los pantalones, abrió la puerta del
baño de damas para invitarnos a entrar “pa que la niña vaya al baño.” Y así fue
que finalmente logramos que hicieras pipi, mientras participábamos de la
conversación entre la señora aquella, que aún no terminaba de ajustarse el
pantalón, y alguna otra señorita quien permanecía dentro del cubículo contiguo,
aparentemente teniendo problemas al bajar la cadena. Esta es una de esas
perspectivas únicas que te provee el ser padre de una niña. Te amo hija.
Gracias por hoy.
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