Ayer fue tu primer día de
“veranito deportivo.” Estabas un poco preocupada, le comentaste a mamá, porque
a ti “no te gustan los deportes,” y no estabas segura si ibas a disfrutar de
éste curso de verano. Al principio no querías que mamá se fuera y te dejara ahí
sola. Era temprano y muchos niños aún no habían llegado así que supongo que
además de sentirte un poco solita, tendrías aprehensión de lo desconocido. Al
volver a casa, sin embargo, no parabas de hablar del “veranito” y de cuánto te
habías divertido. Y es que, además de las actividades que hicieron durante el
día, luego llegaron tus amiguitas Daniella y Ellie, haciendo que te olvidaras
por completo de que en algún momento no te gustó la idea de quedarte. En la
noche ocurrió algo sin precedentes: nos dijiste que querías bañarte rápido y
acostarte a dormir para que fuera ya hora de ir de nuevo a tu curso de verano.
Si ayer te mostrabas reacia a ir, hoy fue todo lo contrario. Yo quería llevarte
hasta el lugar de encuentro con los niños y tú me pediste que por favor no, que
tu querías llegar solita. Hoy te daba pena que vieran tus amigos que te traía
tu papá, ya que tú eres una “niña grande.” Finalmente pudimos llegar a un
acuerdo y me dejaste acompañarte (sin agarrarte de la mano) hasta cierto punto
y de ahí irías tu solita. Accedí, y luego de despedirnos me quedé escondido
mirándote hasta ver que llegaste al lugar y te incorporaste con los niños que
ya habían llegado.
Este fin de semana llegó tu
nana nueva. Estábamos todos un poco nerviosos ya que la despedida de Esther
obviamente no fue fácil, pero tanto tu como Lorenzo reaccionaron de la mejor
manera. Apenas llegó Reina, la abrazaron y le dieron mucho cariño, dándole la
bienvenida a casa. Poco a poco se irá acostumbrando ella a ustedes y ustedes a
ella, pero por lo pronto, nos ha encantado a mamá y a mí lo acogedora que has
sido con ella, a pesar de que inevitablemente la comparas con Esther en muchas
cosas.
Quería contarte algo que me
contó a mí tu mamá sobre el día en que viajaron los tres desde Puerto Rico. Mientras
que ella estaba en el baño, ocupada contigo, con maletas y Lorenzo, tú te
paraste tranquilita cerca de la entrada dándole la bienvenida a todas las mujeres
que entraban al baño, deseándoles un buen viaje. Tu mamá me contaba con tanto
orgullo, cómo tu simple gesto le transformaba la cara en sonrisas a todas las
viajeras que entraban al baño, muchas de ellas evidentemente cansadas por su
viaje o tristes por una amarga despedida. Luego llegó la señora que limpia los
baños y, al ver que terminabas de lavarte las manos, te pasó unas hojas de
papel toalla. En vez de usarlas para secarte las manos le dijiste a la señora
que la ibas a ayudar y comenzaste a limpiar los lavamanos con el papel. Te amo
hija. Gracias por hoy.
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