Este fin de semana a tu
padrino se le ocurrió llevar a Santi a buscar la espada Excalibur, la cual,
según él, había desaparecido hacía cientos de años y solo se hacía visible
después de noches de luna llena, incrustada sobre una piedra. Así que los cuatro
nos fuimos juntos a buscar la espada hasta la Laguna de San Carlos. El plan era
que yo salga arreglara la escena mientras Ino los distraía a ambos para dejarme
trabajar sin descubrirme. Te pedí que los llevaras de guía por el sendero que
rodea el lago (ya lo conocías de caminarlo conmigo) y, mientras caminaban,
aproveché para acomodar las cosas. Lo más sorprendente de todo es que no te dio
por hacerme las cuarenta preguntas que siempre me haces (por qué tú no vienes
con nosotros; por qué te vas para el otro lado; para qué es esa bolsa que
tienes en la mano...), simplemente te fuiste feliz a caminar hasta que llegaron
al sitio en donde había armado la sorpresa y los dos gritaron de emoción al ver
la espada en el lago.
Últimamente has estado
queriendo cocinar mucho. Anoche mamá se sentía un poco mal con su resfriado y
tú decidiste sorprenderla con una cena ligera en cama. Le hiciste un sándwich
de pan con jamón, galletas nutter butter y aparte un guineo de postre.
"Mamá, me puse creativa y te hice esta cena para que te sientas
mejor," le anunciaste al traer la comida al cuarto. Hoy llegué tarde del
trabajo y te encontré en la cocina, esta vez preparando un postre. El delicioso
postre consistía en pan de molde picado con miel de abeja y azúcar morena (2 cucharadas
de azúcar, según tu receta), el cual le llevaste a mamá también a la cama. Me
ofreciste hacerme el postre también, pero pasé la oportunidad alegando que ya
tenía que llevarte a tu cuarto para leer un cuento y acostarte. Creo que
mientras termino de escribir estas líneas, tu madre aun pelea para acabarse la
bomba energética que fue tu postre. Te amo hija. Gracias por hoy.
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