Monday, August 28, 2017

Ago. 9, 2017

El sábado me fui contigo y tu hermano todo el día. Dejamos a mama en casa y nos fuimos a hacer un montón de cosas. Primero me acompañaron a Novey a comprar unos maceteros para las plantas del balcón. Tu hermano se puso medio wild corriendo por los pasillos y tú me ayudaste a atajarlo en varias ocasiones para que no se nos escapara. Lo que nos debió tomar cinco minutos nos llevo media hora entre la corredera de Lorenzo en la tienda y el señor frente a nosotros en la fila, quién escogió el único producto en la tienda que no contaba con un código de barra. Mientras esperábamos, se te ocurrió la gran idea de llevar a Lorenzo a la tienda de mascotas que está al lado para que viera los perritos y los pájaros, así que apenas pagamos, nos fuimos caminando hacia allá. Finalmente ahí, lo llevabas de la mano por todo el lugar viendo los animales.
Por la tarde nos fuimos al parque Metropolitano con una banda de amiguitos, cada uno con su padre. Mientras mirábamos a las tortugas en el estanque, te veía en la cara las intenciones de meter los pies en el agua e inevitablemente, entre el relajo a las orillas de la laguna y la constante cambiadera de posición entre ustedes, te resbalaste metiendo los pies en el agua. Corrieron descalzos, se mojaron, se llenaron de arena, se columpiaron, deslizaron y saltaron las últimas horas de una caliente y húmeda tarde tropical. En el camino de regreso a casa ambos se quedaron dormidos apenas el carro empezó a moverse.

Antes de dormir, mientras nos enseñabas tu vuelta, te golpeaste el pie con el borde de un mueble. Te quedó una herida que, aunque solo se ve peor de lo que en realidad es (fue solo un rayón superficial, pero que es un poquito largo y sangró por un tiempo prolongado), insistes en que te duele mucho. Al principio actuaste como si nada porque no te diste duro, pero creo que el hecho de que sangraba aún cuando lo cubrías con papel de baño, te desconcertó un poco y decías que no podías dormir por el dolor. Me acosté a tu lado y te dije que usáramos la imaginación para que tu mente no pensara en el dolor. Te dije que cerraras los ojos y te pregunte si te acordabas de cómo era la casa de Abi y Abu en Puerto Rico. Como tu respuesta fue afirmativa, te pedí que me fueras describiendo poco a poco como era la casa por dentro. Empezaste por describir lo que había a la derecha justo después de entrar por la puerta principal, mencionando luego la cocina a la izquierda, hasta que poco a poco te fuiste quedando dormida. Te amo hija. Gracias por hoy.



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